viernes, 13 de septiembre de 2013

Exposición de Gervasio Sanchez en Tudela


El fotoperiodista Gervasio Sánchez expone hasta el domingo 15 de septiembre en la Fundación María Forcada de Tudela una antología fotográfica en la que reúne 140 imágenes y ocho murales que hacen un recorrido de sus 25 años de trabajo en distintas guerras en América Latina, Europa, Asia y África.

La exposición está dividida en cinco bloques: las fotos de sus comienzos en América Latina en el periodo 1984-1992; las imágenes de guerras en los Balcanes en los 90; fotografías de África entre 1994 y 2004; un apartado titulado "Vidas minadas", dedicado a personas que han sufrido las consecuencias de las minas antipersona; y finalmente un capítulo dedicado a las desaparecidos en los distintos conflictos, que como el mismo reconoce, sea acaso su trabajo más complejo, dada la imposibilidad de visualizar a las víctimas desaparecidas.




Como señaló en su día la su comisaria de la exposición, Sandra Balsells, el objetivo de esta muestra es “divulgar un legado visual de enorme valor histórico y documental en el que se combina un material prácticamente inédito con fotografías de actualidad ampliamente difundidas y con proyectos documentales realizados a largo plazo que han otorgado una indudable solidez a su obra”. En ella encontramos el trabajo de un fotoperiodista comprometido con las injustamente olvidadas víctimas de la barbarie con la pretensión de dignificarse con ellasHay imágenes tan impactantes que recogen situaciones como la de unos niños que están jugando entre coches y camiones en mitad de un bombardeo, una niña que sufrió una amputación de mano con tan solo tres meses o una mujer que te clava la mirada anhelando respuestas mientras sostiene la foto de su particular desaparecido. Imágenes tan impactantes que el propio autor se plantea a veces cuando las mira cómo ha podido hacer esas fotos. Y no solo por el impacto que debe causar en uno mismo ser capaz de ser testigo de algo semejante como para decir:"Los enfermos de cólera, disenteria o malaria miraban a la cámara, agonizaban y morían. Podías esperar la mejor luz, nadie se quejaba o te molestaba".




 Este tipo de compromiso va más allá de lo que ocurre en esa realidad circundante, también pone en peligro al propio autor: “Siempre he pensado que una decisión puede costarte o salvarte la vida. ¿Quién lo puede saber con antelación? Puede caminar por una calle de una ciudad sitiada, doblar una esquina o quedarte mirando un afiche destrozado de un lejano concierto de rock. Esos segundos te pueden matar o te pueden salvar de la siguiente bomba”. Por otro lado también existe la gratificación de cumplir con un deber de documentar con mucha más profundidad de lo que muchas veces propone la ruleta mediática y la experiencia de ver que hasta lo más terrible se acaba y saber que "es bello ver y sentir como la angustia da paso a la esperanza o como los sonidos de dolor en los hospitales se sustituyen por escenas cotidianas de belleza y dignidad".


Por otro lado el fotoperiodista ha señalado que "es muy importante que este tipo de exposiciones se hagan, que lo haga el Ministerio de Educación y Cultura de un país, y que provoque la atracción de las nuevas generaciones". A pesar de lo crudeza de esas imágenes, o quizás por eso mismo Sánchez  ha afirmado que  le encanta que a sus exposiciones vayan niños y jóvenes, que entienden estas exposiciones mejor que los adultos. "Son más capaces de mirar mucho más profundamente que nosotros", ha apuntado. Jóvenes o adultos quizás todos deberíamos contemplar algo así, quizás sea incluso necesario, simplemente para hacernos plantear saber la suerte que tenemos de vivir donde vivimos y hasta qué punto de atrocidad puede llegar el hombre.




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